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Caminando entre pingüinos

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Tras la Patagonia con sus asombrosos paisajes y la caminata por el Glaciar Viedma he llegado a Ushuaia en un intento de ir a la Antártida para mezclarme entre pingüinos entre otras cosas. Aunque no puedo llegar al continente blanco, consigo caminar entre estos divertidos animalitos que me aceptaron como a un igual durante unas horas.

Ushuaia es la ciudad más al Sur del mundo. Más abajo sólo queda el continente antártico. Todo bajo el hielo, es uno de mis destinos soñados desde que tengo uso de razón. Siempre con ganas de ver los paisajes de la Naturaleza sin alteración del hombre; nada más llegar a la ciudad me informo de cómo alcanzar la Antártida.

Los impagables precios que piden para únicamente poner un pie durante un día en el continente blanco hacen que se me vaya la idea de golpe, pero en ese momento descubro que a unos 80 kilómetros de la ciudad hay una isla con una colonia de pingüinos magallánicos. Normalmente se fletan barcos para contamplarlos pero tras algunas llamadas en insistir consigo información para visitar la isla y caminar entre los animales.

La vuelta se convierten en varias horas. En cuanto llegamos al islote miramos alucinados la cantidad de pingüinos sobre la isla, se cuentan por cientos y nos miran como si nos conocieran de toda la vida. Con su andar característico, no hay ningún pingüino emperador, pero el pingüino magallánico es fantástico también, con mirada fija y voz grave, no paran de mirarme como si fuera un bicho raro. La colonia de pingüinos está en su período reproductivo, los animales están construyendo sus nidos en agujeritos que van cavando en el suelo para proteger las crías de las gaviotas y otras aves.

Nada más llegar a la isla nos sentamos en la playa. Nos acompaña un oceanógrafo que nos va explicando con todo lujo de detalles la vida de los animales. Una vez se han acostumbrado a nuestra presencia nos vamos levantando para circular a escasos metros de ellos. Algunos más decididos se acercan curiosos y nos miran fijamente.

La sensación de querer dar un abrazo a un pingüino y llevármelo a casa no se me va durante toda la visita. Abandonamos la isla por otra playa mientras nos acompañan varios grupos de pingüinos que nos van siguiendo, se quieren despedir de nosotros. Yo los echaré de menos.


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